A primeras horas de la mañana del domingo, el camellón de la Bahía de Santa Marta se llenó de vida y color. Más de 70 familias se reunieron con un propósito común: revivir la tradición de volar cometas, una actividad que alguna vez fue fundamental en la cultura del Caribe y que, con el paso del tiempo, ha ido perdiendo protagonismo.
El Cuarto Festival de Cometas, organizado por la oficina de recreación de Cajamag, no solo fue un evento recreativo, sino una verdadera fiesta de la unión familiar y la creatividad. Padres e hijos, abuelos y nietos, todos se sumergieron en la emoción de ver sus cometas elevarse al cielo, mientras los recuerdos de infancias pasadas se mezclaban con la alegría de los más pequeños, quienes por primera vez experimentaron la magia de volar sus propias creaciones.
Fue una mañana diferente, en la que el viento, el ingenio y la colaboración familiar convirtieron el cielo de Santa Marta en un espectáculo vibrante y emotivo.
Cajamag y su empeño de rescatar las tradiciones familiares.
Cajamag, con su compromiso de rescatar las costumbres que alguna vez unieron a la comunidad, decidió reavivar esta práctica, invitando a grandes y chicos a mirar al cielo, a soñar nuevamente con cometas. Desde muy temprano, el camellón se convirtió en un espacio de creatividad y de colaboración familiar. Padres e hijos trabajaron juntos, mano a mano, en la elaboración de sus cometas.
Hubo quienes se animaron a recordar viejas técnicas aprendidas en la infancia y otros que innovaron con materiales reciclables, mostrando una asombrosa creatividad. Las cometas cobraron vida en todas las formas y colores imaginables: algunas llevaban los colores de Santa Marta, otras lucían imágenes de Cajamag, y muchas más resaltaban por la ingeniosidad en el uso de materiales reciclados.
El cielo del camellón, de pronto, se llenó de color. Las cometas surcaron los aires en un baile sincronizado, impulsadas por la risa y la alegría de niños y adultos.
La brisa marina parecía cómplice, levantando con suavidad cada creación, cada sueño vuelto papel y cuerda. A cada momento se oían exclamaciones de asombro y aplausos, los espectadores admiraban la destreza de los pilotos más jóvenes y los recuerdos afloraban en los rostros de los mayores, quienes se dejaron llevar por la emoción de revivir una niñez que parecía olvidada.
Cajamag, siempre pensando en cómo hacer de este festival una experiencia inolvidable, había creado tres categorías: cometas grandes, institucionales y reciclables. Las premiaciones fueron tabletas y bicicletas, no obstante, fueron lo de menos; lo más importante fue ver la conexión y la complicidad entre padres e hijos, ese lazo invisible pero fuerte que los unió en el proceso de creación y en el entusiasmo de ver su obra elevarse en el cielo. La directora administrativa de Cajamag, García Valencia, visiblemente emocionada, felicitó a todos los participantes por el esfuerzo y la calidad de sus trabajos. “Le ponemos corazón a cada actividad. Ese es el propósito! Que nuestros afiliados no vean que trabajamos sino que sentimos que cada actividad está presente lo que cada uno de nosotros le ha de aportar al mundo” , expresó con una sonrisa que reflejaba el éxito del evento.
Y es que, en cada rostro, se veía la felicidad genuina de compartir en familia, de retomar costumbres y de crear nuevos recuerdos.
Así, el Cuarto Festival de Cometas no solo llenó el cielo de colores, sino también los corazones de quienes tuvieron la dicha de participar.
Fue un domingo diferente, un día en el que el viento trajo de vuelta la magia de una tradición que se resiste a morir. Una tradición que, gracias a Cajamag, encontró nuevas alas para seguir volando alto en el cielo de Santa Marta.